Todo depende de tu posicionamiento de marca
Es sorprendente el poder que el marketing ejerce sobre las personas.
Y es que la herramienta publicitaria por excelencia es capaz de lo mejor y también de lo no tan bueno.
El marketing tiene la capacidad de motivar a las masas para participar en las campañas más nobles y altruistas, pero también un potencial implacable para incentivar una compra irracional y compulsiva.
Hoy, en el famoso “Black Friday”, millones de negocios – aquellos que pueden permitírselo, en su mayoría grandes empresas – bajan sus precios y lanzan un anzuelo letal en forma de ofertas y descuentos. Nos venden la imperiosa necesidad de consumir.
Aquí hay mucha tela que cortar y bastantes reflexiones que compartir, así que te invito a hacerlo conmigo en este artículo. No pretendo cambiar a nadie, solo exponer mis ideas, mi experiencia en el mundo de la publicidad (tal y como yo la entiendo, no como nos han hecho creer) y darle voz a muchas marcas que sí tienen un propósito de verdad. Sin descuentos ni ofertas insuperables.
En mi blog no hay lugar para black fridays, cyber mondays o tradiciones artificiales que tengan como único objetivo hacer dinero.
Esto está muy lejos de mi propósito.
De fenómeno puntual a ritual salvaje
- ¿Cuántos emails has recibido durante este mes promocionando el Black Friday?
- ¿Cuántos spots has visto en la tele relacionados con este día?
- ¿Cuántos grandes almacenes han decorado sus escaparates con sus seductoras ofertas?
La respuesta es infinitos. El goteo constante de newsletters y promociones es abrumador. Aunque intentemos mantenernos al margen, todos estos estímulos nos generan ansiedad por consumir.
Hay varias teorías que explican el origen del Black Friday. Todas están relacionadas:
> Una dice que nace en los sesenta durante el primer viernes de Acción de Gracias como iniciativa del comercio minorista, con intención de aumentar sus ventas de cara a Navidad.
> Otra, que se refiere al caos de gente y tráfico que generaba este día. Este termino fue acuñado por la policía y la prensa de la época.
> Y la última alude al paso de números rojos a negros de los negocios gracias a las ventas de ese día.
No digo que en su día no fuera una estrategia de marketing brillante por parte de los pequeños comercios, lo que me parece llamativo es cómo ha evolucionado el concepto.
Hoy no son los pequeños comercios los que se benefician de esta agresiva estrategia. Son las grandes empresas las que juegan a tirar los precios por hacer crecer sus números. Promueven la cultura del consumo voraz aprovechándose, por un lado, de la escasez de recursos económicos que tiene el ciudadano medio, y por otro, de la previa a las fiestas navideñas y sus regalos.
Por supuesto, también hay pequeños comercios que eligen sumarse al Black Friday y es respetable. Si la prioridad es vender, que así sea.
Y ese es el quid de la cuestión: las prioridades.
Tormentas de ofertas que nublan responsabilidades
Hoy, Black Friday, no se habla de sostenibilidad ni de consumo responsable.
Durante todo el año hablamos de economía circular, de sostenibilidad y de políticas zero waste. Pero hoy nos saltamos nuestros valores. Y digo saltamos, porque yo también formo parte de la sociedad y me siento en parte responsable de lo que todos hacemos.
Hoy dejamos a un lado la empatía hacia el planeta y le mandamos un mazazo de los buenos. Un auténtico viernes negro medioambiental.
Problemas como la sobreproducción, las emisiones de CO2, la contaminación atmosférica de transportes y fábricas, el uso de plásticos (en su mayoría no reciclables) o el consumo de energía se multiplican. Por no hablar de la sobrecarga de horas de trabajo en los empleados del sector servicios…
Con esto, lo que quiero decir es que debemos ser coherentes y responsables con nuestros actos.
¿Dónde está nuestro pensamiento crítico?
Como consumidores, ¿qué nos preguntamos?
¿De verdad necesitamos lo que vamos a comprar?
¿Compartimos los valores de la marca a la que le vamos a entregar nuestro dinero?
¿Hay alternativas en el mercado que nos ofrezcan un producto de las mismas características, a un precio asequible y que genere menos impacto medioambiental? Como, por ejemplo, el mercado de segunda mano.
No se me ocurre un peor plan para un viernes que salir en masa a comprar, y comprar y comprar como locos.
Seamos responsables todos los días, sin excepción, y cambiemos el chip. Si no, de aquí a unos años no habrá ningún viernes para salir a disfrutar.
Como empresas, ¿cómo actuamos?
¿De verdad es necesario reducir y fomentar el consumo en un solo día?, ¿dónde queda la ética frente a la sociedad y para con el planeta?, ¿qué tiene más valor, el propósito o el dinero?
Ojalá algún día los propósitos de las marcas pesen más que hacer caja.
Ojalá nos dejáramos llevar más por la convicción y menos por la inercia.
Ojalá el tamaño del corazón importara más que el del bolsillo.
Los negocios también deben asumir las responsabilidades de sus acciones y ser conscientes de las consecuencias que provocan tras ellas. Porque con estas estrategias agresivas de marketing, ellos ganan (pasta), pero perdemos todos.
Seamos responsables.
¿Y yo qué hago un día como hoy?
El valor que le doy a mi trabajo es el mismo todos los días. Por lo tanto, tal y como yo vivo mi profesión, no hay espacio para Black Fridays.
Ni para descuentos provocadores.
Ni para copiar promociones universales.
Ni para rebajar mi calidad.
Como empresaria, como persona y como profesional de la publicidad, me siento responsable de los mensajes que lanzan las marcas. Creo que es mucho más prudente y honesto darle valor a tu producto o servicio cada día. Defender tus valores, argumentar tus propuestas y trabajar en equipo por un producto, servicio o contenido pensando más en el valor y menos en el precio. Más en la dedicación y menos en la suerte. Más en las personas y menos en el dinero.
Las ventas solo son la consecuencia.
Esta es mi estrategia de marca. Lejos de imposiciones y carteles con luces de neón anunciando precios imbatibles.
Porque creo en las marcas con respeto y con conciencia.
Marcas con contenido y Blog, mucho Blog.